Hace cinco meses, Emanuela Benítez Montenegro llegó a Bucaramanga con su equipaje lleno de sueños y un instrumento pon poca historia en la ciudad: el fagot.

Historia del fagot.

Tras más de tres años en la Filarmónica de Bogotá, Emanuela encontró en la Escuela Municipal de Artes y Oficios -EMA– un espacio donde su talento y pasión por la música no solo fueron bien recibidos, sino valorados.

A sus 28 años, se convirtió en pionera de un cambio silencioso pero profundo: enseñar fagot a niños que ni siquiera conocían la historia de este instrumento. Su historia, que resuena como una sinfonía de perseverancia, cobra aún más fuerza en el Día Internacional de la Mujer, rompiendo estereotipos y abriendo camino para futuras generaciones de mujeres en la música.

En video: El fagot se une a la Escuela Municipal de Artes de Bucaramanga

Un encuentro inesperado con el destino

Desde niña, la música fue su refugio. Cantaba en la ducha, en reuniones familiares, en cualquier momento en que la melodía se apoderaba de su alma. Pero el verdadero giro en su historia ocurrió a los 13 años, cuando quiso inscribirse en una escuela de música. Las plazas para los instrumentos más populares ya estaban ocupadas. Solo quedaba un cupo para fagot, un instrumento del que no sabía nada. Sin dudarlo, aceptó el reto.

“El fagot es como el color en la pintura; embellece la música sin ser el protagonista evidente. Si no está, se siente su ausencia”, explica con una sonrisa.

Aprendió de un profesor de saxofón porque en ese entonces no había quien enseñara fagot en su escuela. Años después, el destino la convertiría en la primera profesora de fagot en la EMA, ofreciendo a otros jóvenes la oportunidad que ella misma encontró casi por casualidad.

Ser mujer en un «mundo de hombres»

El camino no ha sido fácil. La música, como muchas otras disciplinas, ha sido históricamente un espacio dominado por hombres. Para Emanuela, destacar no ha sido cuestión de privilegio, sino de preparación.

EMA: un espacio de reconocimiento y crecimiento

Al llegar a Bucaramanga, Emanuela encontró algo que nunca había experimentado antes: el reconocimiento genuino a su talento y esfuerzo.

“En la EMA valoran lo que puedo ofrecer. Me abrieron las puertas, confiaron en mí, y juntos hicimos posible la cátedra de fagot. Esta escuela puede transformar la vida de muchos niños, así como la música cambió la mía”, asegura con emoción.

Hoy, mientras forma a nuevas generaciones de músicos, su historia se convierte en inspiración. Su fagot, ese instrumento poco común que un día eligió por casualidad, es ahora su voz en el mundo, la melodía que acompaña su lucha, su enseñanza y su legado.

Una mujer que encontró su música y su propósito

Para definirse en una frase, Emanuela dice que es una mujer en constante aprendizaje y feliz con lo que ha construido. Y si tuviera que expresar lo que el fagot significa en su vida, la respuesta es clara: TODO.

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